Sin embargo, su aplicación es lenta debido a la falta de una gobernanza adecuada, sobre todo a nivel de cuenca. Y sin embargo, una gobernanza adecuada permite responder a una gran variedad de problemas, lo que nos recuerda que la gestión del agua es un asunto eminentemente político.

¿Cómo descompartimentar y hacer coherentes las políticas públicas altamente interdependientes en ámbitos como el agua, la salud, el medio ambiente, la agricultura, la energía, la ordenación del territorio y el desarrollo económico regional?

¿Cómo gestionar conjuntamente las aguas superficiales y subterráneas?

¿Cómo sopesar las ventajas y los inconvenientes de los grandes proyectos de ingeniería hidráulica? ¿Qué marcos jurídicos e institucionales deben establecerse y qué grado de descentralización debe concederse a las autoridades locales?

A nivel de cuenca, la RIOC promueve un modelo de gestión decididamente participativo. Este modelo combina el órgano ejecutivo (el organismo de cuenca), tradicionalmente responsable de la planificación de la GIRH, con un órgano deliberativo (el comité o consejo de cuenca).

El órgano deliberativo permite que las partes interesadas (el Estado, las autoridades locales, las organizaciones de la sociedad civil, los usuarios del agua) participen en todas las fases de la planificación estratégica (diagnóstico, aplicación, evaluación, corrección).

La gestión participativa de las cuencas hidrográficas puede considerarse de interés por sí misma, como un valor que hay que defender.

También es un factor determinante de la eficacia y la eficiencia de las políticas públicas.

Contribuye a mejorar el conocimiento al ampliar el círculo de los implicados en la recogida de datos e información para la emergencia de diagnósticos compartidos. Asimismo, fomenta el apoyo a los objetivos fijados colectivamente, la apropiación de las medidas a aplicar y el sentido de responsabilidad por los resultados.

Por último, es una poderosa herramienta para conciliar y arbitrar los intereses divergentes de los distintos usuarios del agua.

No existe un modelo único y universal de gobernanza concertada que sea válido en todo el mundo. La diversidad cultural, política, económica, social y climática de nuestras cuencas hidrográficas es enorme. Por lo tanto, este modelo debe adaptarse sistemáticamente a los diferentes contextos, para determinar los métodos y el grado de gestión participativa adecuados y los recursos financieros que deben movilizarse.

Esta gestión también debe poder apoyarse en los sistemas de información sobre el agua, que son herramientas inestimables para la toma de decisiones.